martes, 29 de mayo de 2018

Muñeco

Analicé seriamente las palabras, tus palabras, las que surgieron de un nuevo adiós.
Me contaste que te dolió conocer el final antes que el principio.
Te dolió la pérdida de algo que nunca tuvimos,
que anhelaste con paciencia, mientras que yo sólo ... estaba.
Me ofreciste seguirme con los ojos cerrados, pero yo soy abismo.
Me apenó no poder darte más,
pero te advertí que todavía estaba armando mi valija,
y que esto no era el viaje, sino una parada.
Se quemaron tus pensamientos al concebir que luego de vos
habría otros pasajeros, te expliqué que no importaba aquello,
sino hasta dónde te acompañé.
Quisiste invocar al olvido como cosa divina y salvadora,
te dije que prefería aceptación y guardarlo en la memoria.
Muñeco me apena no darte más, pero no lo suficiente como para poder cambiar.

lunes, 21 de mayo de 2018

Que incordioso tu adiós, ¡que desprolijo colorear fuera de las líneas! Arruinando la pieza que tanto tiempo nos llevó pintar.
En una pared blanca quedó la marca del clavo, descolgué el cuadro.
La pared ahora es colorida, con un clavo colorido.
Se me olvida qué había colgado.

miércoles, 9 de mayo de 2018

-No me mires con esos ojos de cielo.
-No son de cielo, son marrones.
-Para ser de cielo no tienen que ser celestes.

Lo que fue.

Tengo dudas sobre vos y sobre mí.
Aunque no puedas aclararlas
porque vos sos duda.
Sos incógnita, soy confusión.
Tengo dudas.
 ¿Acaso mi piel ya no es tan dulce?
¿Acaso se volvió agridulce con la decepción?
Tengo dudas.
¿Por qué tu piel es tan fría?
¿Siempre lo fue?
Tengo dudas.
¿Pedir perdón por las promesas las revoca?
Tengo dudas.
¿Fui un lugar cómodo para habitar?
¿No te sentís desamparado ahora?
Tengo dudas.
¿Extrañás? ¿Sentís? ¿Hablás?
Tengo dudas.
¿Hasta cuándo surgirán versos como salida a lo guardado?
Tengo certezas.
No seremos lo que fuimos.
Igual, te extraño.
Igual,  no quiero.

martes, 1 de mayo de 2018

Algún.

Caprichos ensañados con hacerle la vida imposible a Soledad.
Pero ella está firme decretando que aquí no pasa nadie.
Aunque de vez en cuando, permita que otra soledad pase un rato a visitarla a tomar un té o algún veneno.
Alguna madrugada de un día cualquiera.
Siempre esperando que al alba se borre cualquier rastro de compañía,
para no perder las mañas, ni el carácter.
Para no volver a caer y ser esquirlas.
Para contar las caricias dadas, cultivando el desapego.
Muriendo alguna noche en algún hotel de alguna ciudad.
Reviviendo para atraer el frío que apaga el fuego y la anestesia.
A Soledad le gusta fingir que no está tan sola, que no está tan rota.
No busca cicatrizar su herida, ni siquiera la vigila.
La deja ser hasta que algún día ya no sea más herida.